viernes, 26 de octubre de 2012

Él... ella....

Mirarla así... Hace un mes que se dio cuenta. 
Comenzó de un leve suspiro que confundió con alguna satisfacción de verla feliz, de ver (como hace 7 años) su inconfundible sonrisa. Después vinieron los temblores en la mano, esa necesidad de querer tocar sus dedos, de sentir la piel de sus hombros, por aquellos abrazos robados, los muchos que han compartido durante el tiempo que han sido amigos. El sudor y los nervios acompañaron ese fuerte y claro sonido del corazón, ese que solo se emite cuando estás feliz de ver a tan especial persona. 

Así pasaron los días... Cuando verla era más que solo un hábito, que cualquier pretexto funcionaba para mirar su sonrisa, que al cruzar la calle fuera una excusa para tomar su mano evitando cualquier peligro. 

Era más feliz, estaba seguro, ya no tenía duda alguna, siempre fue ella. 
¿Cómo no lo vi? Se preguntó, pero que más daba, por fin aclaro su mente. Se decidió, era el momento de confesar su amor, ese que yacía escondido durante todos estos años y que despertó de forma tan espontanea. Desde que la conoció, la admiró, le tomo cariño, la quiso, pero hasta hoy, se enteró que su corazón la miraba y la deseaba de otra forma, lo supo entender. Así que formulo el siguiente paso. 

No había temor de ser rechazado, ya que un año atrás ella había confesado quererlo, de esa forma que solo una mujer puede querer a un hombre, de la forma en que ese hombre se mete en tus sueños, pensamientos, minutos. Él no quiso aceptar su corazón, ya que no quería perder la amistad entre ellos, ella, sin más remedio, acepto, porque antes de confesarse tenía miedo de lo mismo. Ambos quedaron en seguir igual y así fue, hasta hace un mes, cuando los sentimientos de él surgieron, convirtiendo su corazón en un lugar de fiesta cada vez que ella estaba presente. 

Ahora era el momento, decirle cuanto se había equivocado y que sus sentimientos, hoy, son los mismos que ella le profeso tiempo atrás. Decidido corrió con tanta emoción a su fiesta de cumpleaños, pensó, que ese era el mejor regalo que podía darle. 

Justo cuando llego, la vio, ahí estaba esperando por él, con un hermoso vestido negro y zapatillas a juego, el cabello suelto y unos labios color carmín. Lucía preciosa, mucho más de lo que él se imagino. Corrió a abrazarla, era un momento tan perfecto. Comenzó a hablar, con trabas, estaba sumamente nervioso y ella lo miraba, extrañada por su expresión pero lo interrumpió ya que también quería decirle algo muy importante. 

Dejo de hablar, tenía curiosidad de lo que ella tenía que decirle, aunque no puso atención, solo miro sus labios, resistiendo el deseo de robarle un beso en aquel momento. Y sucedió. 

Vaya sorpresa que se llevo, si, hubo un beso, un profundo, hermoso y sincero beso, de esos que solo se dan dos personas tan enamoradas, de esos que expresan tanto amor. Pero no eran los labios de él lo que estaban pegados a ella. No, eran los de otro, los de un muchacho que no reconoció en el instante. Al finalizar, ella por fin los presento, aquel, ya era su novio, llegó media hora antes y se le declaro, porque el otro también pensó, que ese era el momento perfecto para hacerlo. 

...
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A veces nos damos cuenta demasiado tarde de la persona que tenemos enfrente. 

2 comentarios:

Abril G. Karera dijo...

¡Moles, Ceci! Me has dejado sorprendida con este relato. Sentí de pronto que leía mi propia historia jojojo luego le diste un giro bonito bonito que me llegó :D
Tssss por el que llegó media hora tarde.

¡Me alegra leerte, amiga!
Te quiero mucho, muuuuuuuucho :D

Damian Neri dijo...

Qué bueno leer algo tuyo de nuevo, Cecy :)

Me encantó el giro de la historia. Sí, a veces pasa, y no siempre ocurre porque nos demos cuenta tarde de la persona que tenemos delante, a veces es por miedo. El miedo nos hace llegar tarde.

¡Saludos! :D